Mi mujer llevaba varios años insistiendo en la necesidad de hacer cambios en los dos baños. Cuando compramos la casa, hubo que hacer muchas reformas porque era una casa bastante antigua. Es el precio que hay que pagar por comprar una casa antigua pero con un coste razonable: las reformas llevan tiempo (y dinero) pero al menos puedes organizarte como quieras y siempre puedes dejar unas reformas para más adelante. En este caso, los baños los dejamos para después porque se nos había acabado el presupuesto.
Con el tema de las reformas, a veces pasa esto: una vez que paras ya no tienes ganas de volver a empezar porque reformar una casa en la que ya vives es un engorro considerable. Pero tarde o temprano tienes que afrontar la realidad. En este caso, el baño pequeño no tenía mamparas de ducha. Los propietarios anteriores usaban una cortina a pesar de tratarse de una ducha pequeña. El problema de tener tan solo una cortina en una ducha de esquina es evidente: lo habitual es que se moje el suelo.
En cuanto al baño grande tampoco teníamos mampara aunque aquí el problema no era tan grave porque no se mojaba tanto el suelo. Lo que sí queríamos hacer en el baño grande era poner otro espejo y cambiar el inodoro porque estaba demasiado antiguo: hacia un ruido ensordecedor cuando usábamos la cisterna.
Así que mi mujer tenía razón: después de estar un par de años sin reformas, había llegado el momento de terminar lo que empezamos y afrontar los cambios en los baños. Buscamos mamparas de ducha para el baño pequeño y conseguimos una a buen precio. Aprovechando también cambiamos los azulejos de esa zona que estaban en bastante mal estado.
Con respecto al baño grande fue un poco más complicado porque la cisterna nueva también dio problemas y hubo que arreglarla. Y aunque el proceso de reforma es bastante engorroso, lo cierto es que uno siempre siente satisfacción cuando se termine, ve la casa como quiere y tiene la (casi) seguridad de que en unos años no es necesaria más albañilería en casa.