En los pueblos surgen dialectos curiosísimos, deformaciones del lenguaje que terminan enriqueciendo mucho la comunicación. Son esas palabras que no se dicen en las reuniones de los grandes académicos de la lengua pero que sí aparecen en las conversaciones en el bar de la esquina.
A veces de un pueblo a otro, o incluso de una casa a otra se inventan palabras o expresiones que no se sabe muy bien de dónde vienen. Por ejemplo, la expresión “estás de huevo”. Se la oía a mi madre y nunca supe de donde la sacó. Significaba, grosso modo (al menos para ella), que uno se estaba pasando de gracioso, que estaba diciendo demasiadas tonterías, o también que lo que tuvo gracia en un primer momento, empieza a dejar de tenerla…
Yo solía estar bastante de huevo en mi casa. Y no sé si fue por esta frase o por otra cosa, pero siempre me han gustado muchos los dichosos huevos: fritos, duros, en tortilla francesa, española, revueltos… Huevos variados, como diría Homer Simpson.
Hubo un tiempo, no hace demasiado, en la que se empezó a decir que comer demasiado huevos no eran bueno. Nos preguntábamos cuantos nutrientes tiene el huevo y si realmente podía supone un problema de salud a largo plazo. Yo, que siempre fui fan de los huevos, empecé a recibir advertencias de amigos y conocidos. Ya no me decían si estaba o no de huevo, si no que me iba a salir cabeza de huevo de tanto comerlos.
Pero parece que la época en la que los huevos eran malos ha pasado. Como cualquier otro alimento, conviene moderar su ingesta: obviamente no nos podemos alimentar exclusivamente de un solo alimento, pero el huevo ha vuelto al lugar que merece.
En la dieta mediterránea el huevo forma parte indispensable. Si buscamos cuantos nutrientes tiene el huevo, encontraremos que aporta contenido esencial para nuestro organismo. Muchos deportistas, por ejemplo, apuestan por las claras de huevo, porque son más sanas, dejando a un lado las yemas. ¿Pero qué sería de una tortilla española sin huevos? Pues eso, disfrutemos de los huevos.