Hay fines de semana en que me quedo sin gasolina. Después de trabajar tanto de lunes a viernes me levanto el sábado y no me apetece más que encerrarme en casa y ver la vida pasar. Tengo un amigo que es un poco místico, le gusta la astronomía, las religiones orientales, el mundo del zodíaco y todo eso: me dice que son ciclos que tienen que ver con la energía del cosmos o algo así.
Al principio yo me lo tomaba a broma todo esto de los ciclos, pero este amigo me recomendó que llevara una estadística de los días del mes que me sentía más bajo. Y así lo hice. Sucedió que aproximadamente cada 28-29 días me toca el bajón. Mi amigo analizó los datos y concluyó: es la energía cósmica de los ciclos lunares.
La verdad es que a mí tampoco me importa mucho si me llega el bajón, casi que hasta lo disfruto, sobre todo en invierno. Bajo el estor del salón, me arremolino en el sofá, desconecto el móvil y pongo una película, generalmente de intriga o un thriller. Durante varias horas se me olvida casi que existo. Supongo que durante esas horas que estoy a oscuras, en mi cueva de fin de semana, estoy recuperando energía para otro ciclo lunar.
Y es que Germán, que así se llama mi amigo místico, me ha contagiado un poco sus aficiones en los últimos tiempos. Me dice, y yo le hago caso, que es inútil oponerse a esta bajada de tensión periódica. Que el cuerpo necesita recuperarse y lo mejor que puedo hacer es lo que ya hago: disfrutar de no hacer nada un par de días.
La cuestión que a veces me pregunto es: ¿qué pasaría si no trabajase? ¿También necesitaría bajar el estor y olvidarme de la vida 48 horas? Es difícil saberlo, puesto que soy autónomo y hace años que no tengo vacaciones en sentido tradicional, de tirarme quince días por ahí: no me lo puedo permitir. Germán me dice que no, que aunque no trabajase el ciclo lunar es así. Tal vez algún día me pase todo un ciclo lunar bajo la manta, a ver qué pasa al día 29.