La primera comunión es uno de los eventos religiosos más esperados por los niños católicos. Pero la emoción que despierta este acto, no debe eclipsar aquellas normas de etiquetas y protocolo que preservan su solemnidad y su carácter sacro.
En la elección de los zapatos ceremonia para niñas, por ejemplo, debe priorizarse la comodidad y la elegancia, más aún en el caso de la protagonista del evento. Son opciones recomendadas las merceditas y las bailarinas, dos tipos de calzado populares en una primera comunión, fáciles de combinar con multitud de prendas y estilos.
Aunque esta clase de ceremonias admita una cierta creatividad en la etiqueta, la prudencia y el sentido común prescriben discreción. Los trajes de almirantes, por ejemplo, no siempre son la mejor opción. Vestir con sencillez y respeto, sin estridencias, es lo más adecuado.
Respecto a los invitados, la etiqueta la deciden en última instancia los progenitores del comulgante. Además de respetar sus indicaciones, debe utilizarse el sentido común para evitar faltas y descortesías. Por ejemplo, el uso de corbatas y de pajaritas no resulta apropiado si el padre del protagonista decide prescindir de este complemento.
No obstante, las primeras comuniones son acontecimientos menos restrictivos con la paleta de colores que una boda. El uso del blanco, tan limitado en ceremonias nupciales, es extensible aquí al conjunto de invitados. Los tonos neutros y suaves son los más indicados.
Los complementos también generan dudas entre los comulgantes y sus invitados. Son apropiados los lazos, fajines, diademas, coronas y tocados en las niñas, tanto en calidad de comulgantes como de invitadas.
En adultos, los bolsos y otros accesorios similares deben ser moderados en tamaño y diseño. También la discreción es una cualidad en la elección del maquillaje y de la joyería, donde seguir la máxima de «menos es más» es inteligente.