No hace muchos días me encontré con un amigo que ya hacía bastante tiempo que no lo veía, y le pregunté qué tal le iba la vida y me comentó que estaba trabajando de recepcionista en un hotel pequeño de nuestra ciudad, pero que al mismo tiempo seguía haciendo repartos esporádicos para una Floristeria en Vigo en la que trabaja su madre y lleva desde los dieciséis años ayudando con esos repartos. Con este amigo mío tengo una rivalidad sana al tenis, pero por desgracia hace ya bastantes años que no podemos jugar, ya que por una lesión mía y los años de la pandemia nos han dejado sin jugar. Pero el otro día cuando nos encontramos al fin pudimos quedar para echar un partido de tenis como lo hacíamos antes de que me lesionase. Al fin llegó el día del partido, y como no es que estemos ninguno de los dos en demasiada buena forma física, no costó un poco coger el ritmo, pero una vez calentado ya me podía mover con normalidad y llegar a las pelotas. Al final terminé perdiendo el partido por muy poco, pero mi amigo tiene una ventaja muy grande y es que a él le han enseñado a sacar fuerte y a mi por en cambio nadie me ha enseñado a sacar nunca y saco más o menos como puedo. Me falta un poco de práctica y dentro de muy poco conseguiré ganar aunque sea sacando de forma lamentable, ya que corro más que mi amigo y me esfuerzo mucho más que él, que es algo que mi amigo siempre me elogia. Pero eso es algo innato en mí, no sé hacer deporte sin dar todo lo que tengo en el intento y esforzarme al máximo para intentar ganar.
Además el tenis es uno de los deportes que me gusta practicar porque no le puedes echar la culpa a nadie de tu derrota, ya que si lo haces bien lo más probable es que ganes, al contrario que en los deportes de equipo que aunque te esfuerces al máximo a lo mejor un error de un compañero echa tu esfuerzo por el suelo.