Llevo escuchando a mi madre pedir una vitrocerámica desde hace unos 20 años. Ha sido uno de los grandes sueños de mi madre relacionados con la casa. Pero por h o por b, siempre había una prioridad que evitaba que mi madre cumpliese su ‘sueño’ de dejar el gas y pasarse a la cocina eléctrica. Pero finalmente va a lograr su objetivo… de una forma diferente.
Hace unos días apareció por casa un técnico oficial para hacer la revisión periódica de las instalaciones de gas de la casa. Cuando llegó el turno de la cocina dijo: “os doy un mes para cambiarla”. Mis padres se sorprendieron porque la cocina de gas actual no es tan antigua, pero tiene no se qué parte deteriorada que aumenta los riesgos de uso. Y hoy en día hay que tener mucho cuidado con estas cosas.
Una vez que el técnico salió de casa, mi madre esbozó una sonrisa: hasta aquí hemos llegado, gas. Lo primero que hizo esa tarde fue irse a unos grandes almacenes a mirar placas de inducción. El problema es que debido a las medidas especiales de la cocina, deberá hacer una pequeña reforma. “No hay mal que por bien no venga”, ha dicho. Y es que hay otras partes que también necesitan un repaso. Ya se ha puesto en contacto con algunas empresas de reformas de cocinas para que le hagan un presupuesto.
Y es que, al parecer, las medidas de la antigua cocina de gas no se corresponden con las estándar de las placas de inducción con lo que hay que intervenir en el granito de la meseta. Traducido: hay que meterse en obra. Y ya que nos metemos en obra, pues oye, vamos a dejar la cocina como debe ser.
A mí siempre me gustó la cocina de la casa de mis padres, por la luz y la elección tanto de materiales como de armarios. Pero con el paso del tiempo se ha quedado un poco antigua, eso también es verdad. Así que si la empresa de reformas de cocinas hace bien su trabajo, espero que la nueva cocina, con sus relucientes placas de inducción, sea como mínimo tan guapa como la anterior.