Todo el mundo se apresuró a despedir 2020 como si, por arte de magia, todos nuestros problemas fueran a desaparecer por el cambio de año. Pero no, como en ese famoso microrrelato: “cuando despertó, el dinosaurio seguía allí”. Pues sí, cuando despertamos del final de año, todos los problemas seguían allí… y llegaban otros nuevos. Aunque se decía que íbamos a tener una gran nevada en España, nadie estaba preparado para lo que sucedió, como suele pasar mucho últimamente.
A mí el temporal me pilló de viaje. Había tenido que coger un vuelo y dejé el coche, tal y como acostumbro, en el lavacolla parking. Como viajo bastante, me resulta una forma barata y cómoda para desplazarme al aeropuerto tanto para llegar como para volver. En este caso, yo salí un par de días antes de la nevada suponiendo que cuando yo volviese el tema ya estaría solucionado. Pero nada más lejos de la realidad.
Lo primero es que el vuelo se retrasó porque todos los aviones con destino Madrid sufrieron retrasos o cancelaciones. Por suerte, a mí no me tocó en el aeropuerto por poco, así que pude esperar en el hotel a que se volviera a abrir Barajas. Pero cuando ya me monté en el avión, me tocaba la segunda parte del problema.
Lo cierto es que los responsables del lavacolla parking cuidaron mi coche los días extra que tuvo que permanecer en sus instalaciones. El problema fue que no estaba seguro que de que pudiera circular de vuelta a mi casa teniendo en cuenta que vivo bastante lejos del aeropuerto. Una vez que mi vuelo llegó, decidí ir en metro a casa, aunque me costase mucho tiempo, ya que no iba a ser difícil recoger el coche y no quedar varado en alguna carretera.
Desde la dirección del parking me dieron todas las facilidades para que el coche quedase a buen recaudo hasta que fuese seguro recogerlo y llevarlo de nuevo a mi casa. La experiencia no ha estado mal, peor es evidente que 2021 empezó como acabó 2020: con problemas imprevistos que lo alteran todo. Y el eslogan oficial de nuestra era de nuevo en la tele: quédate en casa.