Los aparcamientos disuasorios viven su edad de oro con los incentivos de la movilidad sostenible y el fomento del transporte público. Ciertamente, no escasean plazas de estacionamiento en Atocha, Barajas o El Prat, donde pueden encontrarse el parking barato terminal 2 Barcelona y otros similares. Pero el objetivo de estos novedosos aparcamientos no es solucionar un déficit de parkings, sino un exceso de emisiones contaminantes derivadas del automóvil en grandes centros urbanos.
Primeramente, ¿qué es un aparcamiento disuasorio? Estas plazas para coche y moto se destinan a los usuarios que se dirigen al área metropolitana de Madrid, Barcelona, Bilbao y otras grandes ciudades en las que el tráfico rodado genera niveles de polución inasumibles para los planes de sostenibilidad de la Comunidad Autónoma correspondiente.
Así, los parkings disuasorios buscan incentivar que los conductores estacionen en la periferia de las urbes y utilicen el autobús u otro medio de transporte público para acceder a la zona céntrica. Por esta razón, reciben el nombre incentive parking en lengua inglesa y stationnement incitatif en francés: porque incentivan al conductor con una plaza libre y accesible a cambio de fomentar una movilidad urbana más ‘verde’ y responsable.
En concreto, el principal objetivo de los aparcamientos disuasorios es mejorar la calidad del aire en beneficio de las poblaciones residentes en grandes núcleos urbanos. Además de aumentar la sostenibilidad, el fomento del transporte colectivo permite suavizar las tensiones y embotellamientos del tráfico rodado, contribuyendo a disminuir la incidencia de atascos en las principales carreteras.
Como consecuencia, limitar el número de vehículos en carretera ejerce una influencia positiva sobre el bienestar de los residentes, al reducir la contaminación acústica. Igualmente, los parkings situados en el interior de las ciudades sufren una menor masificación gracias a los estacionamientos disuasorios, de forma que la demanda de plazas libres tienda a equilibrarse, en cierto modo.