Paco había estado enamorado de su novia, Juana, desde que tenía uso de razón. Habían estado juntos en las buenas y en las malas, pero nunca habían hablado de matrimonio. Hasta que un día Paco decidió que había llegado el momento de hacer las cosas oficiales. Quería hacer algo especial que le demostrara lo mucho que ella significaba para él.
Recordó una tradición de los tiempos de su abuelo: la pulsera de pedida. Era una costumbre de su país por la que el hombre pedía la mano de la mujer en matrimonio regalándole un brazalete de compromiso hecho de metal precioso o joyas, un símbolo de compromiso y devoción que podía durar para siempre.
Así que se lanzó a la búsqueda de pulseras de pedida de mano en vigo. Después de visitar muchas tiendas y anticuarios, Paco tropezó exactamente con lo que necesitaba: ¡una antigua pulsera de plata con intrincados diseños grabados a lo largo que parecía haber pertenecido a siglos atrás en lugar de a décadas atrás! Supo de inmediato que era perfecto para Juana; así que sin dudarlo lo compró de inmediato y se lo llevó a casa, ansioso por ver la reacción de ella cuando descubriera lo que realmente era: su forma de pedirle que fuera su esposa.
Cuando se reunieron la noche siguiente, Paco le presentó el brazalete antes de arrodillarse y preguntarle: «¿Quieres casarte conmigo?». Las lágrimas rodaron por las mejillas de Juana que asintió con la cabeza mientras se abrazaban fuertemente Este momento no sólo marcó su unión, sino que también mantuvo viva una antigua tradición que casi cayó en el olvido: la pulsera de pedida, ¡símbolo del amor eterno!